miércoles, 14 de febrero de 2018

Reflexiones sobre los Carteles de Semana Santa


Desde que en 1988 Luis Alberto Cabrera nos regalara con una magnífica fotografía del Cristo de los Doctrinos, la Semana Santa complutense se ha ido enriqueciendo año tras año con una extensa colección de carteles oficiales a los que hay que sumar también los editados por las diferentes cofradías.

Aunque resulte incompleto voy a referirme tan sólo a los carteles oficiales, treinta y uno en total contando al de 2018. La razón de no hacer lo propio con los de las cofradías, muchos de los cuales son asimismo excelentes, se debe fundamentalmente a dos razones: la primera a que el artículo se alargaría demasiado, y la segunda a que al ser privativos de cada cofradía resultaría difícil hacer una valoración global, algo que sí es posible en los oficiales dado que éstos representan a la totalidad de la Semana Santa.

En esta treintena larga de carteles han intervenido diferentes fotógrafos, cada uno con su estilo particular y, obviamente, no siempre con la misma calidad artística, aunque una comparación entre ellos nos adentraría en el resbaladizo terreno de la subjetividad. Así pues prefiero evitar este riesgo, no porque mis criterios artísticos y estéticos no puedan ser tan buenos como los de cualquiera, sino por algo tan sencillo como que los gustos varían mucho de una persona a otra y lo que me consta, en definitiva, es que sus autores pusieron toda su ilusión y todo su buen hacer en ellos, que no es poco.

Pero renunciar a las valoraciones estéticas no impide en absoluto hacer un análisis de sus temáticas, algo muy distinto y mucho más objetivo. Aunque en todos los casos excepto en uno, el de 2008, estaban directamente relacionados con la Semana Santa complutense, algo que considero fundamental por tratarse de un eficaz medio de promoción, los carteles pueden clasificarse en dos grupos en función de que el cartel esté protagonizado o no por alguno de los pasos -veinticinco- o de las imágenes -treinta y seis- que conforman el patrimonio iconográfico de nuestra Semana Santa, sin contar aquéllas otras que, por una u otra razón, no intervienen en los desfiles procesionales.

Evidentemente renunciar a reproducir sus fotografías en los carteles oficiales resultaría absurdo, algo que entendió en su momento la Junta de Cofradías acordando, no sé si tácita o explícitamente, dedicar uno de ellos a cada paso o imagen, así como a los que pudieran irse incorporando en un futuro. La norma, escrita o no, se ha respetado bastante bien, de modo que descartando el de 2008, cuyo caso por las razones expuestas me gustaría que no se volviera a repetir, de los treinta restantes un total de veinticinco siguen el criterio apuntado.

Los cinco restantes, por el contrario, reproducen escenas en las que no aparece ninguna imagen. Son, concretamente, los de 1997, 1999, 2006, 2011 y el de este año, 2018. No son demasiados y fueron fruto, aunque no siempre, de concursos convocados por la Junta de Cofradías, mientras los primeros fueron, por lo general, de encargo.

Y ahora viene la pregunta en cuestión: ¿Cuál de los dos criterios es el más adecuado, sobre todo teniendo en cuenta que la elección de un paso determinado resulta incompatible con el espíritu de un concurso? Pues para mí ambos, aunque supeditando el concurso tanto a la inexistencia de pasos carentes de cartel como a circunstancias concretas como ocurrió, por ejemplo, con la coronación canónica de la Virgen de la Soledad.

Una vez aceptada esta prioridad, lo siguiente sería hacer un recuento de los pasos -o imágenes, criterio que no siempre coincide como veremos a continuación- que quedan todavía pendientes, máxime cuando el cartel de este año los ha ignorado de nuevo. Un cartel excelente, dicho sea de paso, pero que en mi opinión no debería haber sido de los prioritarios por las razones anteriormente expuestas.

Así, nos encontramos con que, descartando los pasos y las imágenes que ya tuvieron cartel propio, a veces en más de una ocasión, quedan aún los siguientes:

Comenzando por los pasos titulares, el caso más llamativo es con diferencia el de Nuestro Señor de la Divina Misericordia y las Negaciones de San Pedro, de la cofradía de la Virgen de las Angustias. Pese a ser ya relativamente veterano ya que sus imágenes datan de entre 2008 y 2012, sigue sin aparecer en los carteles oficiales ni como paso completo ni de forma individual, en especial las imágenes principales de Cristo y de san Pedro.

A éste hay que sumar también los Atributos de la Pasión de la cofradía del Santo Entierro, un sencillo paso que procesionó entre los años cincuenta y setenta del pasado siglo y, tras desaparecer, fue reconstruido en 2010, por lo que tampoco es un recién llegado.

Por último tenemos a la Virgen de la Paz y la Esperanza, recién incorporada esta vez sí al patrimonio cofrade complutense -fue bendecida en 2016- como figura principal del futuro paso de palio de la cofradía de Jesús Despojado. Aunque todavía no se ha incorporado a las procesiones de Semana Santa, es intención de la cofradía que lo haga en un futuro.

Un segundo grupo estaría formado por lo que yo denomino imágenes secundarias, bien porque forman parte de un paso de misterio, bien porque son utilizadas por algunas cofradías en procesiones distintas de la suya principal, generalmente un vía crucis o un rosario.

De las primeras podemos resaltar a la Verónica que desde 2009 acompaña al Cristo con la cruz a cuestas del convento de las Úrsulas, segundo paso de la cofradía del Cristo de la Agonía y protagonista en solitario del cartel de 1998.

Al Cristo de la Agonía estuvo dedicado el cartel de 1994, en el que aparecían las tres imágenes que formaban entonces el paso de misterio: Cristo, la Virgen y san Juan. Años más tarde, en 2010, se sumó la de María Magdalena, sin que desde entonces se haya vuelto a dedicar un cartel ni a esta última, ni al paso en su composición actual.

Dos son las imágenes que intervienen, respectivamente, en los vía crucis de las cofradías del Cristo de la Columna y del Cristo de la Agonía. La primera es el Cristo con la cruz a cuestas del convento de la Imagen, y la segunda el Jesús Cautivo -en realidad un Cristo de Medinaceli- del convento de las Úrsulas. A ellas cabría sumar también, si se consolida en años sucesivos, el rosario que celebró en 2017 la parroquia de Santiago con la imagen de la Virgen de la Amargura propiedad de la hermandad del Carmen.

           

El tercer y último grupo estaría constituido por las imágenes que no salen en procesión, lo que no es óbice para que no pudieran ser utilizadas para presidir un cartel de Semana Santa. Para empezar nos encontramos con las magníficas tallas del Cristo del Silencio en su flagelación y de la Virgen de los Dolores y Esperanza, que conservan las Carmelitas de la Imagen en su clausura. Pero no son las únicas, puesto que también están Nuestra Señora del Mayor Dolor y el Traspaso, en la clausura de las Úrsulas; el Cristo Yacente también de las Úrsulas, e incluso varios crucifijos, algunos de valía, repartidos por diferentes templos de la ciudad. 

Y, por último, algunas imágenes de menor tamaño como el Cristo atado a la columna del Hospital de Antezana o la Dolorosa y la Piedad de las Bernardas, aunque desconozco si estas últimas siguen estando en el convento o si, tal como ocurrió con el magnífico Cristo yacente, se las llevaron las monjas cuando se marcharon de Alcalá.


         

Addenda de 2019

El cartel elegido para anunciar la Semana Santa de 2019 fue precisamente uno de los que yo echaba en falta, el dedicado Nuestro Señor de la Divina Misericordia y las Negaciones de san Pedro, lo que me ha obligado a actualizar el artículo. Ante las dos posibles alternativas, corregirlo o incluir una nota aclaratoria, he optado por la segunda dado que respeta la redacción original, complementándola. Vaya mi enhorabuena a la cofradía de la Virgen de las Angustias y a la Junta de Cofradías por su acertada decisión.