lunes, 1 de julio de 2019

La Semana Santa de Alcalá de Henares merece ser Fiesta de Interés Nacional


Alcalá de Henares, huelga decirlo, es una ciudad que goza de un gran patrimonio cultural diversificado en numerosas facetas que abarcan diferentes ámbitos culturales, fruto del cual fue su nombramiento como Ciudad Patrimonio de la Humanidad en 1998.

Pero la cultura en Alcalá no es sólo historia, arqueología o arte, es también algo vivo que se puede palpar día a día en sus calles, en sus teatros, en sus centros culturales, en sus museos, en sus facultades, en sus festivales... algo que forma parte consustancial de su esencia bimilenaria, fruto de lo cual dos de sus celebraciones más multitudinarias, la Semana Cervantina y el Don Juan en Alcalá alcanzaron en 2018 el reconocimiento de Fiestas de interés nacional.

Existe una tercera celebración que, tras superar una etapa de decaimiento, recobró su vitalidad hace aproximadamente treinta años, resurgiendo de sus cenizas y alcanzando un auge imposible de imaginar entonces: la Semana Santa, cuyo nivel ha alcanzado ya unos valores ciertamente respetables: diez cofradías, veintidós procesiones, veintiséis pasos... una Semana Santa que desde 2004 está considerada Fiesta de interés turístico regional y que ahora aspira, a mi entender con justificados méritos, a pasar a la categoría nacional, actualmente integrada por una veintena de celebraciones de esta naturaleza.

¿Cuáles son estos méritos? Lo más inmediato sería hacer una comparación estadística entre las cifras de la Semana Santa complutense y las equivalentes de estas otras poblaciones; pero aunque probablemente Alcalá salvaría airosamente la prueba, considero que sería un error reducir los méritos de nuestra ciudad a una simple cuestión de números, importante sin duda pero no fundamental.

No, los principales méritos de la Semana Santa Complutense son otros y arrancan ya desde que el Concilio de Trento potenciara a finales del siglo XVI esta manifestación de fe popular. Hablan las crónicas de la época de procesiones muy importantes en las que salían a la calle auténticas joyas de la imaginería renacentista y barroca albergadas en algunos de los innumerables templos existentes entonces en la ciudad.

Lamentablemente una serie de avatares históricos adversos -la Guerra de la Independencia, las desamortizaciones decimonónicas, la Guerra Civil- dieron al traste con buena parte de este riquísimo patrimonio artístico, del cual poco fue lo que se pudo salvar aunque entre lo preservado se cuente con una joya de la magnitud del Cristo de los Doctrinos. Tras un difícil resurgir de sus cenizas concluido este último conflicto y un no menos dificultoso tránsito durante la época en la que un laicismo mal entendido la redujo a su mínima expresión, a finales de la década de 1980 la Semana Santa complutense inició una recuperación, en principio tímida y posteriormente imparable, que la ha llevado a alcanzar sus importantes cotas actuales.

Eso sí, la Semana Santa actual es diferente de la anterior; no podía ser de otra manera, puesto que la Alcalá actual tampoco es la de mediados del siglo anterior y, mucho menos, la decimonónica. Alcalá es ahora una pujante ciudad de doscientos mil habitantes convertida en un crisol primero de españoles llegados de todos los rincones de la Piel de Toro y, posteriormente, de inmigrantes extranjeros que trajeron a ella otros acentos, otros idiomas, otras culturas... y si Alcalá es hoy tan variada y rica en matices, no lo podría ser menos una manifestación cultural -no sólo religiosa- tan arraigada en nuestro acervo como es la Semana Santa.

Tradicionalmente castellana como lo es Alcalá por la geografía y la historia, y por consiguiente sobria y recogida, nuestra Semana Santa goza ahora, al igual que la Alcalá del siglo XXI, de un fructífero eclecticismo que es la fuente de su vitalidad; porque la Semana Santa complutense no es ya ni castellana, ni andaluza ni levantina, sino una armoniosa hermandad de todas ellas en la que cada una de las diez cofradías ha elegido su propio camino, lo que hace posible disfrutar de procesiones de todo tipo sin salir de la propia ciudad, algo sumamente infrecuente en el conjunto de España.

Éste es, a mi modo de ver, el principal mérito de Alcalá a la hora de solicitar para su Semana Santa la consideración de Fiesta de interés nacional; por encima de las estadísticas, y renunciando también al fácil recurso a unas comparaciones quizá no odiosas como afirma el refrán, pero sí por completo estériles, creo sinceramente que la Semana Santa complutense se merece el galardón por méritos propios no sólo por el número de sus celebraciones, sino también y sobre todo por la diversidad de las mismas, fiel reflejo de esta sociedad plural, variada y rica en matices a la que pertenecemos.


"Escribí este artículo, en abril de 2019 y a petición de la Concejalía de Cultura, para acompañar al informe que se adjuntó a la solicitud de nombramiento como Fiesta de Interés Turístico Nacional a la Semana Santa de Alcalá.

Apenas tres meses más tarde, me satisface haber tenido la ocasión de colaborar en esta iniciativa saldada con éxito, al tiempo que aprovecho para hacer pública mi modesta contribución a este importante logro.

Evidentemente el mérito ha sido de todos aquellos que, año tras año, han contribuido con su tesón y su buen hacer a que este sueño haya podido convertirse en una realidad. Vaya desde aquí mi enhorabuena, en el deseo de que la nueva etapa que ahora se abre sirva para potenciar todavía más esta importante celebración en nuestra ciudad".

Jose Carlos Canalda

jueves, 28 de febrero de 2019

Presente y futuro de las procesiones Alcalaínas




No cabe duda de que en estos últimos años las procesiones están tomando un gran auge en Alcalá, no sólo las de Semana Santa sino también las que dentro del mundillo cofrade se denominan de gloria, es decir, todas las demás.

Así, en estos últimos años se han recuperado o instaurado, entre otras, las procesiones de la Virgen del Carmen, de san Bartolomé, de las Santas Formas, de la reversión de las reliquias de los Santos Niños, de santa Teresa, de san Isidro, de san Diego, el rosario de las Antorchas y la infantil de la Cruz de Mayo, mientras que a partir de 2011 en la procesión del Corpus Christi la custodia va acompañada por los Santos Niños, san Diego de Alcalá y, desde 2018, san Félix de Alcalá.

Esto hace un total, según mis cálculos, de 22 procesiones anuales de gloria incluyendo la de las Santas Formas más otras diecinueve de Semana Santa, lo que ciertamente no está nada mal sobre todo si tenemos en cuenta que a ellas hay que sumar también las procesiones extraordinarias que, por diferentes motivos, se han celebrado en Alcalá durante estos últimos años.

Tras el asentamiento de las últimas novedades, la pregunta que surge es la siguiente: ¿hay posibilidades de que se sigan creando nuevas procesiones -ahora mismo no recuerdo que haya que recuperar ninguna, salvo remontándonos a siglos atrás- o bien que se potencien las ya existentes?

La respuesta depende, lógicamente, de la capacidad de especulación de cada uno dado que, a diferencia de las procesiones de Semana Santa, en las procesiones de gloria no es tan necesaria la existencia previa de una cofradía, hermandad o asociación, que se haga cargo de las mismas, aunque esta existencia, evidentemente, ayuda. De hecho, hay procesiones organizadas directamente por las parroquias, y otras lo son incluso por entidades laicas tales como algunas casas regionales. Así pues, en principio las posibilidades son mayores.

El inconveniente con el que tropiezo para realizar un análisis de este tema estriba en que desconozco por completo lo que se pueda estar cociendo actualmente por estos ámbitos -para mí fueron unas sorpresas totales tanto las procesiones de san Isidro y de santa Teresa como el nuevo formato de la del Corpus-, razón por la no hablaré de lo probable sino más bien de lo deseable, siempre claro está desde mi particular punto de vista.

Comienzo retomando una propuesta que hice hace ya bastantes años en mi columna de Puerta de Madrid: sería muy positivo convertir la procesión de los Santos Niños en una romería similar a la de la Virgen del Val. En concreto, yo sugería que el trayecto de ésta comprendiera desde la Magistral hasta la ermita del Juncal, a la ida, y el recorrido inverso a la vuelta, permaneciendo las imágenes en la ermita durante su festividad. El problema estriba en que hace algunos años fue derribada esta ermita por alzarse sobre el yacimiento arqueológico de la basílica romana, por lo cual en la actualidad no sería posible esta iniciativa.

Claro está que la solución pasaría, lógicamente, por la construcción de una nueva ermita en un lugar cercano, a la par que inocuo desde el punto de vista arqueológico, propuesta que también hice en su momento. Aunque nada se perdió, desde el punto de vista del patrimonio, con el derribo de la antigua ermita al tratarse de un pequeño edificio de los años sesenta de nulo valor artístico, sí resultaría muy importante resaltar la importancia de ese emplazamiento para la historia de Alcalá, puesto que allí fueron juzgados -y probablemente ejecutados- los dos hermanos mártires, un acontecimiento que vendría a marcar de forma trascendental la evolución histórica de nuestra ciudad.

Así pues, insisto en la conveniencia de edificar una nueva ermita consagrada a los Santos Niños en la zona del Juncal y, una vez que ésta fuera realidad, en la potenciación de la procesión de los Santos Niños dejándola al mismo nivel que la de la otra patrona complutense, la Virgen del Val. La reciente constitución, en el verano de 2014, de una Asociación Diocesana que retoma el testigo de la hermandad desaparecida en los años setenta del pasado siglo nos permite ser optimistas en lo relativo a la potenciación de la procesión, aunque lamentablemente la reconstrucción de la ermita es algo que hoy por hoy ni tan siquiera se contempla.

San Diego en la procesión del Corpus Christi
Nueva procesión de san Diego
Y de los Santos Niños, a san Diego. Pese a que el santo franciscano nunca fue formalmente patrono de Alcalá, su culto ha estado tan vinculado a nuestra ciudad durante siglos que resultaba extraño que no se celebrara su procesión pese a que en los últimos años se había potenciado considerablemente la celebración de su fiesta. De hecho, y al menos durante muchas décadas, no tuvo procesión, y fue tan sólo a partir de 2011 cuando comenzó a participar en la procesión del Corpus Christi la imagen que se conserva en la Catedral-Magistral acompañando a la custodia, las imágenes de los Santos Niños y, desde 2018, la de san Félix de Alcalá.

Habría que esperar hasta el 11 de noviembre de 2018 para que pudiera contar con una procesión propia, organizada por la hermandad de Cristo Resucitado y de la Virgen de la Salud, que desde un año antes también lo había elevado a la condición de titular. La nueva procesión se realizó con una imagen de nueva factura, y discurrió entre el convento de las Úrsulas y la Catedral-Magistral estando previsto que en años sucesivos su punto de partida vaya rotando entre los distintos conventos franciscanos de la ciudad.

Procesión conmemorativa del 50º aniversario de la parroquia de san Diego
Tan sólo una semana después, el 18 de noviembre de 2018, san Diego volvió a recorrer las calles de Alcalá, en esta ocasión conmemorando el 50º aniversario de la fundación de la parroquia de la que es titular, efeméride que se celebró con una procesión extraordinaria de la imagen que se custodia en la parroquia por las calles del barrio de Juan de Austria.

        
 Imagen de Santiago en la parroquia homónima
Procesión extraordinaria de junio de 2016

Una vez comentados estos dos casos, tan sólo nos queda especular. En junio de 2016 la parroquia de Santiago organizó una procesión extraordinaria con la imagen de su titular para conmemorar el 50º aniversario de su creación, recordando también que, aunque su origen sea reciente, recoge la tradición de la parroquia homónima que fuera fundada por Cisneros a principios del siglo XVI, cuya iglesia, situada en la confluencia de las calles Santiago y Diego de Torres fue desacralizada en la Guerra Civil y derribada a mediados de los años sesenta.

La procesión tuvo su origen en la vecina iglesia del convento de la Imagen ante la imposibilidad de hacerlo desde el desaparecido templo, y discurrió por las calles de la Imagen, Diego de Torres, Moral y Daoíz y Velarde hasta la parroquia. Fue sin duda una bonita manera de enlazar el pasado con el presente, y sin duda resultaría deseable que lo que surgió como una procesión extraordinaria se convirtiera en una tradición anual coincidiendo con la festividad del patrón de España.

Imagen de santo Tomás de Villanueva,
del convento de las Agustinas
Sería asimismo interesante que las parroquias de los barrios, al igual que ya lo hacen las de San Isidro, Santa Teresa o San José, esta última con la imagen de María Auxiliadora, celebraran también las procesiones de sus correspondientes titulares por las calles de sus respectivas circunscripciones, aunque existe el problema de que algunas de ellas, por sorprendente que parezca, carecen de imágenes de los mismos. Esto se debe a la herencia de una interpretación rigurosa y cuasi iconoclasta de las recomendaciones del concilio Vaticano II, merced a la cual los templos construidos a partir de la década de los sesenta del pasado siglo, en muchas ocasiones, no sólo estaban casi desprovistos de imágenes, sino que además, por lo general, las pocas que había solían ser de un estilo “moderno” realmente deplorable desde el punto de vista artístico. Por fortuna las aguas parecen estar volviendo poco a poco a sus cauces, razón por la cual algunas parroquias modernas, tales como las de San Bartolomé, Santiago o Santa Teresa acabaron adquiriendo imágenes de estilo más tradicional.

Por último, queda por reseñar que tanto en las parroquias del centro de la ciudad como en el resto de las iglesias que en él existen podemos encontrar numerosas imágenes de diversos santos y Vírgenes que, ni salen en procesión ni, por lo que yo sé, nunca lo han hecho. Evidentemente, que alguna de ellas lo pueda hacer en un futuro depende fundamentalmente de que surja una iniciativa en tal sentido, por lo que no puedo aventurar nada al respecto.

Como mucho, puedo indicar que en el convento de las Agustinas se conserva una imagen de santo Tomás de Villanueva, uno de tantos santos vinculados a Alcalá y cuyo culto quizá mereciera la pena promover, algo en lo que podrían implicarse los alcalaínos de origen manchego -santo Tomás lo era- tal como en su día lo hicieron los andaluces con las Vírgenes de la Cabeza y del Rocío. Y, a modo de sugerencia, la procesión de santo Tomás podría discurrir entre este convento y la parroquia de la que es titular, en el barrio de Espartales, la cual por el momento carece de esculturas del mismo contando tan sólo con un cuadro.